El museo y la historia

Son muchos los hallazgos arqueológicos realizados en la costa de Xàbia. Ánforas, cerámicas de todas clases, anclas de piedra, plomo o hierro y restos de embarcaciones, han sido hallados en diversos puntos de nuestro litoral. Estos materiales, evidencias de una intensa actividad comercial con otros pueblos, son los únicos documentos que en muchos casos nos permiten conocer y reconstruir la historia de estas tierras.

Los testimonios más antiguos de contactos con otras culturas hallados en las costas de Xàbia los podemos situar a finales del siglo VIII o principios del VII ane. Otras evidencias, aparecidas en yacimientos terrestres, como la cueva del Montgó o el cap Prim, indican que durante los últimos momentos de la prehistoria –en la segunda mitad del II milenio ane – ya existían contactos y un posible comercio por vía marítima. No obstante, fue a partir del siglo III ane, justo al inicio del proceso de la romanización, cuando se multiplican los contactos que supondrán, entre el s.II ane y el s.IV de ne, el 30% del total de los materiales de procedencia submarina recuperados en el litoral de Xàbia. En los últimos tiempos de la romanidad, entre los siglos V y VII, los porcentajes sólo llegan al 2% subiendo casi hasta el 9% en época andalusí, de manera especial durante los tres últimos siglos de dominio islámico. La época bajo medieval, entre los siglos XIII y XV, marca un descenso en los contactos con sólo un 3% de los materiales recuperados. A partir del siglo XVI se producirá un nuevo incremento en los hallazgos que culminará en el siglo XIX con una importante actividad comercial centrada en el actual puerto, lugar donde se concentrarán los hallazgos realizados en el fondo marino que supondrán el 23% del total de las piezas recuperadas en el litoral.

¿Cuáles eran los productos de este comercio? Los primeros testimonios conocidos, con envases procedentes de las áreas fenicio-púnicas (costa andaluza e Eivissa), indican que el principal producto importado entre los siglos VII-IV ane fue el vino. Junto a esto, alguna pieza excepcional, como la infundíbula de origen etrusco del siglo VI ane hallada en el cap Prim, nos permite valorar la importancia y el poder de las elites locales ibéricas.

En los inicios del proceso de la romanización, durante los siglos II y I ane, el producto mayoritariamente importado continuaba siendo el vino, con un origen casi exclusivamente itálico. Durante los dos primeros siglos del imperio se diversifican los productos y las áreas de procedencia: vinos, salazones y aceite de la Bética, la Tarraconense y en menor medida de otros lugares como la península itálica, la Galia o la zona oriental del Mediterráneo. Entre los siglos III e IV el principal producto que llega a nuestras tierras es el aceite aunque procedente sobre todo del norte de África. A partir de este momento las evidencias arqueológicas submarinas irán menguando, localizándose envases procedentes del oriente mediterráneo y el norte de África, ánforas que contenían vino y aceite.

Posteriormente, en época medieval y moderna las evidencias arqueológicas submarinas no nos permiten aclarar cuáles productos eran intercambiados. Otras fuentes, como la documentación escrita, nos informan sobre la llegada de cereales o la exportación de otros productos agrícolas como el almendruco o la pasa. Aunque será en el siglo XIX cuando la producción y exportación de la pasa de moscatel llegará a sus máximos, siendo embarcada en grandes cantidades con destinación hacia Gran Bretaña, el sur de Francia e incluso Norteamérica.