3 - Calcolítico y Bronce

 

CALCOLÍTICO

A finales  del III milenio antes de nuestra era y principios del II, las profundas transformaciones provocadas por el neolítico en estas tierras, están ya plenamente consolidadas. Ahora, la agricultura y la ganadería se convierten en las actividades fundamentales de estos grupos humanos. Se generalizan los poblados situados en zonas llanas aunque se mantiene la ocupación en cuevas. Sin embargo, el uso primordial de las cavidades naturales,  será el de servir de lugar de enterramiento colectivo de individuos probablemente pertenecientes o vinculados, a un mismo  grupo.
Aparecen ahora también los primeros utensilios de cobre que atestiguan la introducción de las nuevas tecnologías metalúrgicas, que serán plenamente desarrolladas posteriormente, durante la Edad del Bronce.
En Xàbia conocemos restos de este periodo en la Cova del Montgó –utilizada también como lugar de enterramiento–, la Cova de la Rabosa, de donde provienen restos de un enterramiento, y otros yacimientos localizados preferentemente, en la amplia solana del Montgó. El yacimiento más importante es, no obstante, la Cova del Barranc del Migdia, cueva de enterramientos múltiples con numerosas pinturas rupestres.


EDAD DEL BRONCE

Hacia el 1.900 / 1.800 y hasta el 800 antes de nuestra era se inicia un nuevo periodo en el que se profundiza en los cambios iniciados al Calcolítico. Ahora, junto a la ocupación cada vez más marginal en cuevas, aparecen abundantes asentamientos situados en las cimas de cerros o montañas, con casas construidas de piedra, y cubiertas de ramas y barro. Aparecen de esta manera, los primeros poblados conocidos en nuestras tierras, con un incipiente urbanismo y una situación  que nos hace pensar en una cierta preocupación defensiva o en todo caso, de control del territorio.
La economía de estas sociedades estuvo centrada en la agricultura y la ganadería, hallando en muchos de los yacimientos, molinos barquiformes y “dientes de hoz”–piezas de sílex tallado que engarzados sobre una estructura de madera formaban una especie de hoz utilizada para segar–, y en menor medida “queseras” de cerámica; elementos que claramente delatan la importancia de la agricultura cerealística y la actividad ganadera. La arqueología también documenta otras actividades muchas veces complementarias de las anteriores, como la caza, la pesca, la confección textil (documentada por los contrapesos de telar), la cestería o la metalurgia, atestiguadas a finales del periodo en el importante asentamiento del Cap Prim, donde junto a escorias de bronce y fragmentos de algunos útiles (sierra, punzones, etc.) se han recuperado diversos moldes de piedra arenisca para la fabricación de pequeños cinceles y varillas de bronce.
La cultura material de la Edad del Bronce se completaría con un rico y variado instrumental de piedra pulida, piezas sobre hueso y concha y abundantes piezas de cerámica hecha a mano, generalmente sin ningún tipo de decoración.
Por lo que respecta a las practicas funerarias, continúan los enterramientos en cuevas o grietas, ahora de uno o pocos individuos y con escaso ajuar. Probablemente, a un de estos enterramientos corresponderían las dos piezas de bronce, un puñal y una hacha  plana, halladas a principios de siglo en la covacha del Pou dels Frares, en Cap de Martí.
Esta larga etapa histórica presentó, lógicamente,  cambios y influencias venidas de otros ámbitos, especialmente notorios durante el Bronce Tardío y Final, constatados en los yacimientos del Tossal de Santa Llúcia y el Cap Prim.

 

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